En el pueblo, las cosas han cambiado
poco: las casas bajas con sus rejas,
las pobres plazas sucias, las callejas
y el mismo cielo lacio y encauzado.
Un poco de verano es demasiado
para gente que envuelta vive en quejas,
un mundo de pastores sin ovejas,
herederos del yunque o del arado.
Sólo tú, que te fuiste, muy distinto
has vuelto. Y en el dócil laberinto
que llevaba a tu hogar, como extranjero,
ahora tu pie se pierde y piensa y duda.
Pasas y te saludan todos, pero
tu voz ya no es tu voz cuando saluda.