De su letra sin fondo, rozándome la cara,
se eleva un vuelo de aves fugaces como un sueño,
suaves como el humo sumiéndose en la noche
y oscuras como pétalos en un cuenco de vino.
Caravanas de seda por la ruta del este,
lumbres de luna llena, tibios labios del sur,
la mar por los tobillos como un denso deseo,
miradas sin palabras, pañuelos con perfumes,
laúdes, danzas, dátiles, ciudades encontradas
que dejan en los dedos un sabor a licor.
Y todo, todo nace, como el sol, de sus manos,
como aroma nocturno del azahar de su letra
y me apresa y condena y libera en su música.
¿Dónde estará la mano que invocó estas palabras?
Tengo frío, y estoy solo, y leo
y leo una y otra vez esta carta, esta letra para no sentir
el frío de estar solo en un cuarto pequeño de una ciudad tan grande como el mundo.
Quiero dormir, quiero dormir, me digo. Quiero
que llamen a la puerta y
despertar.