La calle es larga como un día triste.
Hombres con la sonrisa de algodón
y mujeres fantásticas se cruzan
– vienen de lejos, van a donde van-
conmigo. No. No me pregunten nada.
Me miran todos como si llevase
noticias del Señor en las pupilas.
Y no ven que en el pecho traigo un llanto,
un llanto atravesado, aquí, en el pecho.
Ayer era feliz, pero acabó.
Felicidad como un anillo de oro
que me encontrara por la calle a solas.
Vino su dueño a preguntar por él.
Vino su dueño a preguntar por él.