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La pequeña mujer a quien le suelo

La pequeña mujer a quien le suelo

comprar la fruta cada día, hoy,

no ha venido hasta la plaza. Dicen

que no vendrá ya más hasta la plaza.

Movido por el hábito, interrogo

-sucede que soy hombre de costumbres-

en un puesto cercano, al vendedor,

si no tendrá melocotones buenos.

¿Melocotones, me pregunta, rojos

o amarillos? Usted dirá. De cuáles.

– Y mi respuesta me revela entonces

qué poco me conozco. La razón

de mi fracaso en esta vida y otras

futuras, si de cierto las hubiera.-

Démelos como sean. De los buenos.